Todavía recuerdo la primera vez que oí la expresión en un anuncio de detergente: ¡Acapulco en la azotea! ¡Acapulco en la azotea! Gritaba Luís Gimeno por toda la calle. Pronto se encontraba en alguna azotea rodeado de hermosas amas de casa, donde tomaba unas mugrosísimas prendas de vestir, que colocaba en una cubeta con agua y vertía su detergente. Luego, cada quien con su abanico, en traje de baño (ellas en un bikini un tanto cuanto conservador, él en calzón con motitas) se disponían a tomar el sol en sus respectivas hamacas. ¡Ya no había que tallar! Únicamente acostarse bajo el sol… Todos en México usamos la expresión “Acapulco en la azotea” para referirnos de manera irónica al hecho de subirse al techo con el bronceador, toalla y demás implementos, cuando no podemos salir a la playa.
Las azoteas se han vuelto, paradójicamente, lugares privados donde además de lavar y tender los trapos sucios es el único lugar soleado que a muchos les queda. Fuera de la casa, pero lejos de la calle, podemos tostar un poco la piel mientras la imaginación nos trae una ola rompiendo o el graznido de alguna gaviota.
Playa de bajo presupuesto, al igual que la cámara que utiliza Mayra Céspedes para capturar las imágenes de ese mundo privado.Sueño urbano capturado en imágenes estenopeicas, donde la protagonista de esta fantasía desaparece. Quizá esté ya en la playa, tal vez esté en camino al trabajo, apretujada en el transporte público y ésta es su fantasía de escape: que llegue el fin de semana para subir a la azotea. O bien está a unos metros, lavando la ropa a mano, sin chaca-chaca que la ayude, imaginando que el sol que le quema la piel no es el de la azotea, sino el de un paraíso donde no hay ropa que lavar.Mayra nos muestra unas bellas fotografías, cargadas de ironía y un sentido del humor bastante negro. Las imágenes son extraños y maravillosos híbridos en el que conviven fantasías personales con la cruda realidad. Son paisajes casi surrealistas que han pasado a formar parte del entorno urbano mexicano contemporáneo. Son también una especie de crítica burlona de los usos y costumbres de una sociedad que crea deseos y necesidades para mantener la maquinaria andando.